Construir el «mito europeo»

Encarna Hernández Rodríguez.

Museo Europeo de Bruselas
Museo Europeo de Bruselas

Uno de los elementos clave, si no el mayor, para la construcción de una identidad transnacional como la europea es la necesidad de encontrar características esenciales de identidad común. Puntos de encuentro, ya sean símbolos, valores, actitudes sociales y culturales, que faciliten una combinación de pertenencias que debe generar sentimientos de cohesión y solidaridad compartida entre los miembros de la comunidad transnacional.

Pero, ¿cómo encontrar ese lema, ese mito, esos símbolos fundadores que ayuden a configurar nuestra identidad colectiva?

Como recuerda el historiador J. Fontana, la identidad europea, a lo largo de la Historia, se construye siempre contra los “otros”: los “bárbaros”, de distintos orígenes y clases (Fontana, 1994: 344). En este momento del devenir histórico, los “otros” son los inmigrantes, pertenecientes a distintas etnias, culturas y religiones, convertidos también en ciudadanos de segunda clase.

¿Puede continuar la identidad europea basándose en ese proceso de exclusión del “otro”? Europa carece de un “imaginario cultural”, de una genuina identificación de un “nosotros”, y no sólo la imagen contrapuesta del “otro” (Wihtol de Wenden, 1998/1999: 95). El “imaginario” suministra todo el juego simbólico para la construcción de la identidad de un pueblo y en torno a él se organizan y refuerzan las lealtades primordiales:

“El imaginario conserva todo tipo de tradiciones nacionales, sus himnos, banderas, emblemas, las mitologías y rituales públicos con los que hacer de la identidad presente un cuerpo moral y vivo.” (Sánchez Capdequí, 1996: 152).

El problema, para autores como Nettesheim, es el modo en que se intentan “europeizar” las identidades políticas de los ciudadanos de la Unión, utilizando para ello las mismas fórmulas que el Estado-nación: bandera, moneda, himno, matrículas, día de Europa, capital europea de la cultura, etc. Esta orientación hacia la fórmula de la identidad nacional sugiere que la Unión Europea “no aspira a exigir a los europeos verdaderos sacrificios.” (Nettesheim 2004: 223).

¿Son suficientes estos símbolos para generar una identidad europea que despierte verdadera militancia entre los ciudadanos? La política cultural europea va dirigida precisamente a crear ese sentimiento de unidad, siempre bajo el argumento del respeto de la diversidad, aunque, en numerosas ocasiones, se enfrenten realidades que se hacen aún más contradictorias en el contexto actual: diferentes identidades nacionales, lenguas, valores y culturas políticas; reivindicaciones nacionalistas, regionalistas o étnicas; discurso institucional sobre la defensa de la diversidad y el multiculturalismo, y, a la vez, falta de armonización en la política de inmigración en una Europa que se diversifica en la ampliación hacia el Este y se erige como “fortaleza” hacia el Sur del Mediterráneo.

Aún así, Europa ha puesto el empeño en construir su “mito”: una Europa cultural basada en la multiplicación de unos símbolos que deben conformar su identidad común (Wihtol de Wenden, 2000). Un claro ejemplo es la creación de un Museo de Europa en Bruselas para fomentar la aparición de un “espíritu europeo”. Su antiguo director, E. Barnavi, defiende un proyecto político europeo que no puede llegar a buen puerto “sin el sentimiento de pertenecer a un espacio cultural común”:

“(…) a pesar de la diversidad de lenguas, de los particularismos locales y, sobre todo, de las organizaciones políticas, la civilización de Europa siempre ha sido una, lo que subyace tanto en su secular aspiración a la unidad como en la actual empresa de unificación.” (Barnavi, 2000).

Referencias:

  • Barnavi, E. (2000, julio). Un museo para la aparición de un espíritu europeo. Label France, Julio(40). Obtenido el 11 de septiembre de 2006 desde: http://www.diplomatie.gouv.fr/es/
  • Fontana, J. (1994). Europa ante el espejo. Barcelona: Crítica.
  • Nettesheim, M. (2004). La ciudadanía europea en el Proyecto de Constitución Europea: ¿Constitución del ideal de una comunidad política de europeos? Revista de Estudios Políticos, julio/septiembre (125), 211-227.
  • Sánchez Capdequí, C. (1996). Imaginario cultural e identidades culturales. En J. Beriain & P. Lanceros (Comps.), Identidades culturales (pp. 125-152). Bilbao: Deusto.
  • Wihtol de Wenden, C. (1999). La ciudadanía europea (M. C. Doñate, Trad.). Barcelona: Bellaterra. (Trabajo original publicado 1998).